
Si los perros reencarnaran,
como yo lo presiento,
Sultán ha reencarnado
en Chopán alma y cuerpo,
mi canina conquista
de los años de viejo.
Cuando estoy con Chopán
en mis horas de asueto
y sus fidelidades
y hondos amores siento,
me doy cuenta que nunca
podré llegar a perro
porque amar sin reparos
y darse por entero
es casi ser un santo,
es casi ser perfecto
y esa virtud la tienen
solamente los perros.
Yo no paso el examen,
el examen de perro
porque yo no perdono,
no acaricio, ni quiero
a los que me maltratan
sin razón ni derecho.
Temprano esta mañana
Chopán vino a mi encuentro;
sin que yo lo advirtiera
me siguió un largo trecho
y al llegar a mi lado
se puso tan contento
que sus ojos brillaban
como grandes luceros
y se rompió en ternuras,
alegrías y juegos,
meneándome el rabo
en tan feliz momento,
mientras yo lo increpaba
por el atrevimiento
de seguirme los pasos.
¡Y por poco le pego!
Perdonó mi maltrato
mostrándome su afecto;
sin bosticar siquiera
se volvió de regreso
y me quedé pensando
que yo no me merezco
sentimientos tan nobles,
cariño tan sincero.
¡Difícilmente paso
el examen de perro!
Los perros tienen alma
no tengo duda de ello;
ellos aman y lloran
y sufren en silencio;
solo con almas nobles
comparo yo a los perros
ellos aman y comprenden
a los que las ofendieron
y aman también y perdonan
a aquellos que los hirieron.
Chopán es noble y perfecto
en eso de ser bueno,
pone amor en mi alma
y me sirve de ejemplo,
disimula mis iras,
excusa mi atropello
y me lame los pies
siempre que lo flagelo.
Cuando más me comparo
con mi fiel compañero
y cuanto más lo imito,
más inferior me siento,
pues ni siquiera igualo
a esos satos realengos,
que por no tener amo
aman a todo el pueblo.
Si yo me sometiera
a la prueba, me cuelgo.
yo no paso, no paso
el examen de perro.
Autor: : Francisco Hernández Vargas
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